Si los jefes de campaña hubiesen leído a Aristóteles, habríamos tenido un torneo electoral más interesante.
Como las elecciones no se deciden sobre la base de la filiación partidista, la cual tampoco es muy disciplinada que digamos, hay que hacer campaña. Las campañas electorales se hacen sobre el supuesto de que hay grandes mayorías desafiliadas (en estas elecciones rozan el 50% del total de electores), y que la disciplina entre los adherentes de un partido tiene sus grietas. Hay que atraer entonces el voto de los desafiliados, de los que tienen una membresía vulnerable en los otros partidos, al tiempo que hay que asegurar el de los propios. Es decir, hay que persuadir a la gente de que Fulano es el "mejor candidato", no basta con decir que es el candidato del partido.
El análisis que Aristóteles hizo de la capacidad de persuadir (la retórica) se proyectaba en tres ámbitos: la firmeza del carácter (ethos), la inspiración de ciertas emociones (pathos), y la verdad demostrable de lo que se dice (logos). El Estagirita pensaba que los tres elementos eran necesarios para lograr un buen argumento, pero las campañas electorales se han conducido como si fuesen elementos opcionales o alternativos.
José Miguel Alemán cada vez más pone todos los huevos en la canasta de la pasión civilista anti-PRD. Tomando en cuenta la cantidad de electores para los cuales la Cruzada Civilista representa un vago recuerdo de su infancia o temprana adolescencia, sin ninguna conexión viva con eso que llamamos el presente, estimo que este es un recurso ineficiente. Independientemente de su verdad histórica, esta línea de ataque produce magros resultados.
El contenido de la propuesta de gobierno es muy mediocre, teniendo la ventaja de que por ser el candidato de gobierno tiene más y mejor información que sus adversarios. Pero lo que lo tiró al piso desde el primer asalto fue que falló en forjarse una imagen propia. Su candidatura se basó en el supuesto de que Moscoso podía volver a ganar las elecciones y todo indica que no es así. En conclusión: un ethos menguado, un pathos ineficiente, y un logos mediocre.
Guillermo Endara también le ha apostado todo a la emoción. Su ventaja sobre Alemán consiste en que puede colocar en la misma bolsa de rechazo a las figuras de la dictadura y a las del actual gobierno, lo que hace su discurso un arma poderosa en un contexto de alto descontento. De la misma manera que su discurso es emotivo, pero no articulado, sus atributos personales son muy buenos en cuanto a experiencia y honradez, pero poco convincentes cuando los acercamos al microscopio.
Es el candidato que menor importancia le ha dado a su programa político, quizás porque es, al mismo tiempo, el único que ha abrazado el proyecto de convocar a una Constituyente como el primero y más importante acto del próximo gobierno, lo que genera más simpatía que credibilidad, porque está más cerca de lo sensacional que de lo factible. Recapitulando: un ethos bueno, un pathos muy bueno, un logos pobre.
Ricardo Martinelli también ha apostado por la emoción. Su mensaje trata de ser inspirador, pero no se dirige a los de su clase. Ha buscado soldar su imagen a las figuras de la pobreza y utiliza la crítica sin mezclarla con el odio; pide el rechazo de la clase política, pero no su condena. Prefiere mostrarse semidesnudo arreglando un trasmallo que lanzará al mar, antes que retratarse en su bastión empresarial; se le ve más cómodo haciendo "raspao" que abrazando a su esposa e hijos en su elegante residencia.
Su dificultad ha sido que su honestidad privada no genera aún credibilidad política. A pesar de tener un plan de gobierno muy bien orientado, con uno que otro desmayo, no le ha sacado todo el provecho a sus ideas. En conclusión, un ethos regular, un pathos bueno, un logos tenue.
La campaña de Martin Torrijos está en evolución después de su extremadamente pobre comienzo. Teniendo tantos y tan buenos tecnócratas en la Alianza Patria Nueva, apostó por elementos racionales como el plan de gobierno. Ante las críticas sobre la excesiva timidez y descomedida cautela que se apreciaba en sus intervenciones (y en la falta de ellas) y en su desenvolvimiento personal en público, ha comenzado a ejercitar sus musculatura facial para imprimirle a su postulación algo de temperatura y color.
De los cuatro candidatos es el único al que una inmensa mayoría de panameños llamaría por su primer nombre como reacción refleja, lo que significa que el "Torrijos" pesa en él no como un legado político, sino como una herencia personal. Es el hijo de Omar Torrijos, no el que continuará la obra que comenzó el General.Lo más desconcertante en su campaña es que siendo ostensiblemente el más joven de los candidatos, y teniendo, por ende, el respaldo mayoritario de la juventud, su mensaje es muy poco inspirador. Resumiendo: un ethos que crece de pobre a regular, un pathos casi inexistente y un logos muy bueno.
Recapitulemos: si Alemán decide regañar a Mireya por no entregar la información sobre las partidas discrecionales; si Endara hace un esfuerzo por mostrarse más articulado y ejecutivo, con un plan de gobierno por delante; si Martinelli relega la zapatería a un segundo lugar y defiende la propuesta política que ya tiene; y si Torrijos pudiera tomar la lira y hacernos de nuevo un país con sueños, y no con sueño, entonces tendríamos un poco más de la diversión y el entusiasmo que se necesita para tomar todo esto en serio, y podríamos combatir el tedio que nos hará doblar la rodilla hasta que ya salgamos de esto.
Mientras tanto, seguiré leyendo a Aristóteles, para quien la retórica era una parte de la política, así lo explica en el Tomo XXII de la edición bilingüe de sus obras completas.
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El Panamá América, Martes 13 de abril de 2004